MARC LARRÉ | 1.2.3
28/3/15 - 06/06/15
1. la fotografía
La fotografía es una herramienta tecnológica que tiene un potencial demónico. A la hora de interpretar las fuerzas que ella pone en juego, una serie de textos canónicos han dado siempre prioridad a su condición de documento, de testimonio, a los elementos temporales por encima de los espaciales. Sin embargo la fotografía conjuga una exterioridad que pone en riesgo al sujeto, en ella no somos nosotros, y ese no somos nosotros que en ella es es lo que siempre se ha omitido en el análisis que se ha hecho de la fotografía. El sujeto implícito en una concepción de la fotografía desde la temporalidad siempre se muere, no dura nada, o dura muerto.
La diferencia de lo humano con respecto a lo inhumano-natural se articula en la modernidad como diferencia entre el hombre y la máquina. Acaso la fotografía sea la epidermis de esa diferenciación, la piel sensible de su mismo límite.
2. las sincronías
La diacronía es la temporalidad propia de las ciencias y de las matemáticas, es el tiempo que miden los relojes, que organiza nuestras vidas, es el tiempo de la fuga puesto que es una temporalidad que borra los pasados, subsume los presentes y omite los futuros. Es un tiempo que ha dado muestras más que suficientes de su impulso fagocitador del entorno físico y humano. Esta concepción del tiempo ignora otras temporalidades. Ante la ceguera inherente a la diacronía, la sincronía se presenta como una alternativa heredada del mundo antiguo que reaparece en la actualidad, primero debido al auge telemático de las tecnologías de la información, y segundo por la necesidad moral de una alternativa que no lo instrumentalice todo indistintamente. En la sincronía se da todo de golpe, ella reúne, abarca el total de lo existente en una invitación a la coexistencia. No subsume, no excluye, no divide, es convergente. Por eso, en la serie de trabajos sincronías, vemos el mundo físico comportarse a su antojo, siguiendo unas leyes que no son humanas, al mismo tiempo que sucede todo aquello que de una manera u otra dicta el curso de las sociedades contemporáneas corriendo al ritmo impuesto por la información y el consumo.
3. la experiencia
Partimos de la base de que la cultura occidental está en decadencia; vivimos en un régimen cuyo empobrecimiento generalizado de la experiencia ha llevado a una relación con el mundo material y la experiencia del objeto universalmente destrozada.
La fotografía sólo puede tener un papel divergente dentro de este orden de cosas si la maltratamos. En tanto límite entre un adentro y un afuera la fotografía conjuga las mismas condiciones que se dan en la sensibilidad; la fotografía repliega en un único cuerpo entendido como límite lo que está en la base de nuestra experiencia (las modificaciones transitorias de la membrana sensible). Me parece interesante hacer bajar a la fotografía de ese limbo en el que ha estado relegada desde sus comienzos, degradarla para que abandone su estatuto de monumento a un tiempo definido de antemano.
Toda fotografía además de tener una interioridad, un tiempo al que remite, un sentido dentro de la historia de los acontecimientos, tiene una exterioridad: una inscripción, un espacio escrito (-grafía), una piel. Comprender una fotografía es sólo posible cuando estamos escritos, inscritos, d-escritos por la misma marca desde la cual hablamos, la misma piel.
1.2.3 es una forma de extender esa piel.
La fotografía es una herramienta tecnológica que tiene un potencial demónico. A la hora de interpretar las fuerzas que ella pone en juego, una serie de textos canónicos han dado siempre prioridad a su condición de documento, de testimonio, a los elementos temporales por encima de los espaciales. Sin embargo la fotografía conjuga una exterioridad que pone en riesgo al sujeto, en ella no somos nosotros, y ese no somos nosotros que en ella es es lo que siempre se ha omitido en el análisis que se ha hecho de la fotografía. El sujeto implícito en una concepción de la fotografía desde la temporalidad siempre se muere, no dura nada, o dura muerto.
La diferencia de lo humano con respecto a lo inhumano-natural se articula en la modernidad como diferencia entre el hombre y la máquina. Acaso la fotografía sea la epidermis de esa diferenciación, la piel sensible de su mismo límite.
2. las sincronías
La diacronía es la temporalidad propia de las ciencias y de las matemáticas, es el tiempo que miden los relojes, que organiza nuestras vidas, es el tiempo de la fuga puesto que es una temporalidad que borra los pasados, subsume los presentes y omite los futuros. Es un tiempo que ha dado muestras más que suficientes de su impulso fagocitador del entorno físico y humano. Esta concepción del tiempo ignora otras temporalidades. Ante la ceguera inherente a la diacronía, la sincronía se presenta como una alternativa heredada del mundo antiguo que reaparece en la actualidad, primero debido al auge telemático de las tecnologías de la información, y segundo por la necesidad moral de una alternativa que no lo instrumentalice todo indistintamente. En la sincronía se da todo de golpe, ella reúne, abarca el total de lo existente en una invitación a la coexistencia. No subsume, no excluye, no divide, es convergente. Por eso, en la serie de trabajos sincronías, vemos el mundo físico comportarse a su antojo, siguiendo unas leyes que no son humanas, al mismo tiempo que sucede todo aquello que de una manera u otra dicta el curso de las sociedades contemporáneas corriendo al ritmo impuesto por la información y el consumo.
3. la experiencia
Partimos de la base de que la cultura occidental está en decadencia; vivimos en un régimen cuyo empobrecimiento generalizado de la experiencia ha llevado a una relación con el mundo material y la experiencia del objeto universalmente destrozada.
La fotografía sólo puede tener un papel divergente dentro de este orden de cosas si la maltratamos. En tanto límite entre un adentro y un afuera la fotografía conjuga las mismas condiciones que se dan en la sensibilidad; la fotografía repliega en un único cuerpo entendido como límite lo que está en la base de nuestra experiencia (las modificaciones transitorias de la membrana sensible). Me parece interesante hacer bajar a la fotografía de ese limbo en el que ha estado relegada desde sus comienzos, degradarla para que abandone su estatuto de monumento a un tiempo definido de antemano.
Toda fotografía además de tener una interioridad, un tiempo al que remite, un sentido dentro de la historia de los acontecimientos, tiene una exterioridad: una inscripción, un espacio escrito (-grafía), una piel. Comprender una fotografía es sólo posible cuando estamos escritos, inscritos, d-escritos por la misma marca desde la cual hablamos, la misma piel.
1.2.3 es una forma de extender esa piel.